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el color no habría de separarnos

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Por Javier Carlo

Foto de: Alberto Uc.

 

Fecha de publicación: 11 de julio de 2012

Hace 10 días se llevaron a cabo las elecciones presidenciales en nuestro país, las cuales registraron un índice de participación importante, equivalente al 63.14% del padrón electoral (4.59% más que en las elecciones del 2006), y las cuales han sido calificadas por varios organismos internacionales como unas de las más vigiladas en la historia de México; motivo por el cual –incluso– la Organización de Estados Americanos (OEA) afirma que “no existe una institución electoral tan fuerte como el IFE [Instituto Federal Electoral] en Latinoamérica”, pese a que también reconoce aquellas denuncias hechas por las irregularidades que sucedieron durante las votaciones, sin embargo, cabe señalar que las acusaciones formales presentadas ante la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (FEPADE), no son suficientes en cantidad como para anular alguna de las partes del proceso electoral.

Las reacciones no se han hecho esperar. La candidata del Partido Acción Nacional (PAN), Josefina Vázquez Mota, ni bien dejó pasar media hora la noche del 1 de julio, para reconocer que las tendencias electorales no la favorecían, cuando el conteo rápido no llevaba siquiera el 2% de las actas capturadas; y luego desaparecer –prácticamente– de la escena política, dejando a su partido caer en pedazos.

Andrés Manuel López Obrador, candidato de la coalición del Movimiento Progresista (Partido de la Revolución Democrática, Partido del Trabajo y Movimiento Ciudadano), no conforme con los resultados de la elección de Presidente de la República, pero sí con los de Jefe de Gobierno del Distrito Federal y gobernadores de los estados que ganaron “las izquierdas”, no respetó del todo el pacto de civilidad que firmó junto con los otros 3 candidatos presidenciales ante el IFE. Es así que ha promovido una nueva teoría sobre el fraude electoral, que aplica “sólo” para el cargo de presidente; ha solicitado un recuento voto por voto de todos los paquetes electorales, a lo cual el IFE accedió, pero nada más en el 54.5% de los casos, no tanto por la exigencia de López Obrador, sino por las denuncias de las irregularidades puestas por los ciudadanos, recuento que –cabe señalar– volvió a colocarlo en el segundo lugar de la elección; también ha movilizado a la población a desconocer el resultado de las elecciones, y él mismo así lo ha advertido, que con todo y pese a todo las impugnará.

Enrique Peña Nieto, candidato de la coalición Compromiso por México (Partido Revolucionario Institucional y Partido Verde Ecologista de México), es a los ojos de las instituciones mexicanas, de los organismos internacionales y de otros jefes de estado (de la talla de Barack Obama, Ban-Ki Moon, Angela Merkel, Francois Hollande, Mariano Rajoy, Raúl Castro y Hugo Chávez), el próximo Presidente de México; luego de haber obtenido el 38.15% de los votos de lo mexicanos, resultado que ya ha sido ratificado tanto por el IFE como por el Presidente Felipe Calderón Hinojosa, y el cual se veía venir desde la noche del 1 de julio, cuando los resultados del conteo rápido proyectaban la victoria. En esos momentos, nuestro propio mandatario hasta “se aventuró” a declararlo así, no obstante ahora ha dejado entrever un esbozo de desconfianza sobre la legitimidad de las elecciones, lo que –por supuesto– no ha sido bien visto, pero en él.

Pese a la controversia, a las descalificaciones de sus adversarios y al “sinfín” de pruebas que estos han presentado para sostener que los votos fueron comprados (demeritando así el derecho, la opinión y el libre albedrío de buena parte de los ciudadanos), Enrique Peña Nieto ha reaparecido frente a los medios y ha declarado que tanto él como su partido pondrán todo de su parte para dejar en claro, junto con las autoridades electorales, la legitimidad de las elecciones, puesto que “ningún partido ni actor político tiene derecho (…) a polarizar aún más los ánimos de los mexicanos”.

Por su parte, Gabriel Quadri de la Torre, tras obtener el 2.30% de las preferencias electorales, índice menor que el de los votos anulados (2.42%), y conservar así el registro de su partido, Nueva Alianza, se ha retirado del frente político, sin aclarar todas aquellas dudas acerca de su relación con la dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), Elba Esther Gordillo Morales, y su participación en estas elecciones (lo que francamente, era de esperarse).

Frente a este escenario político, bien cabría hacer una reflexión –sino una introspección– acerca del concepto de democracia que nuestros candidatos literalmente nos han pintado, el cual parece basarse más en la descalificación, el chantaje y el hecho de asumir que los ciudadanos tenemos una capacidad de análisis muy corta, y que somos más viscerales que razonados, que en conceptos más profundos como la equidad, el respeto y la armonía; de tal forma que el que haga mejor estas 3 cosas –descalificar, chantajear y desestimar la conciencia de la gente–, tendrá más oportunidades de alcanzar el máximo escaño del poder.

La democracia no se remite únicamente al llamado de la participación de la gente en cuantía, sino que alude al pleno ejercicio de su opinión en igualdad de circunstancias, sin condicionantes, en tanto que es un mérito que se ha adquirido como ciudadano, esto es equidad; y ha de practicarse sin distingos hacia cualquier tipo de ideología, sin alterar el orden social y sin fracturar intencionalmente las estructuras que lo sostienen, es decir, con respeto y en total armonía.

En este sentido, ni Josefina Vázquez Mota, ni Andrés Manuel López Obrador, ni Enrique Peña Nieto, ni Gabriel Quadri de la Torre, ni cualquier otro candidato o personaje político, va a venir a reconciliarnos si nos agredimos unos a otros por nuestra orientación política. Seamos lo suficientemente maduros y tal como ahora ocurre en México con los gustos, las aficiones, los pasatiempos, la vocación profesional, la preferencia sexual, el credo religioso o la igualdad de oportunidades; respetemos el color electoral y la decisión de cada una de las personas que nos rodea, y que forma parte esencial de nuestra vida. No nos violentemos unos contra otros. Ninguno de los candidatos –se los aseguro– va a tomarse la molestia de resarcir fricciones que resulten irreparables al nivel de nuestras relaciones, sino lo contrario, entre ellos mismos volverán a lamer sus heridas y a establecer nuevos acuerdos que les sean convenientes, sin tomarnos mucho en cuenta.

Ante futuros cotos políticos, los mexicanos hemos de prepararnos –sí–, al ser más organizados, precavidos y cautelosos de nuestras instituciones y procesos electorales, exigiendo su buen funcionamiento con años de anticipación y de forma constante (no al cuarto para la hora), sin ser indiferentes; al no dejarnos llevar de manera alarmista y casi “melodramática” por mesías, pruebas y movilizaciones poco estructuradas, mal infundadas o hechas al vapor, pero sobre todo, al no faltarnos al respeto por nuestra tendencia política.
 
Sea cual sea su color, los respeto y los aprecio mucho.

_____________________________________

JAVIER CARLO. Maestro en Administración de Tecnologías de Información por parte del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), México, y Maestro en Comunicación por parte de la Universidad Internacional de Andalucía (UIA), España. Licenciado en Ciencias de la Comunicación egresado del ITESM; cuenta con estudios sobre publicidad, desarrollo de proyectos, psicología social y antropología de las organizaciones.

Estratega en comunicación y catedrático. Su experiencia profesional abarca el diseño de programas educativos a nivel superior y la docencia; así como el marketing para medios y el desarrollo de proyectos audiovisuales.

Actualmente es profesor del Tecnológico de Monterrey, y gestor de proyectos de comunicación.

Contacto:
http://cafeycatedra.blogspot.mx/
jcarlomena@gmail.com
facebook: Javier Carlo
twitter: @javocarlo

[*] Fotografía: Alberto Uc.

 

 


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